Dos días habían pasado desde que llegué de vuelta a la casa de la manada, y poco a poco Damian se dio cuenta de que cuando decía que no iba a hacer algo, no iba a suceder.
Intentó subirme al avión el día anterior, pero me mantuve firme en mi sitio y me negué a ir. No había forma de hablar conmigo al respecto... ni de forzarme a hacerlo. Nada.
Había empacado mis maletas junto a la puerta e incluso intentó cargarme sobre su hombro, pero todos sus métodos resultaron inútiles.
Soy una mujer terca, y cuando digo algo, mantengo mi posición.
Al final, rugió frustrado y se encerró en su oficina sin comunicarse conmigo por el resto del día.
Honestamente, fue pacífico.
Después de renunciar a la idea de que me marchara, Damian ordenó a sus sirvientes que me trasladaran a la casa principal. Decía que quería asegurarse de que no iba a huir o hacer algo estúpido.
Como si eso fuera a pasar realmente.
Quería saber dónde estaban los demás, y no me iría hasta que lo hiciera.