—¿Por qué estás aquí? —Mu Xuan la miró durante un rato, sin saber cuándo había llegado o qué había escuchado. Al escuchar su pregunta, Wen Jing agitó la botella en su mano y dijo:
—Vine a ver a Zhouzhou. ¿A quién dijiste que querías golpear hace un momento?
Viendo su expresión despreocupada, Mu Xuan se sintió aliviado, pensando que ella no había escuchado nada. Respondió casualmente:
—Quiero golpear a alguien del Templo Baiyun. Debe ser su mala suerte que Zhouzhou fuera alcanzada por un rayo.
¿Estaba siendo despreocupado?
Wen Jing entrecerró los ojos y le dio una mirada inquisitiva. Sin embargo, Mu Xuan, siendo un viejo zorro, podía mantener la misma apariencia inocente y amable en el corazón de Zhouzhou que un conejito blanco. Tenía algunas habilidades de actuación y no reveló ninguna falla, encontrando calmadamente su mirada.
Incapaz de descubrir la verdad, Wen Jing miró a los dos y decidió no indagar más. Simplemente entró.