—¿Cómo está? —Qin Ren se levantó abruptamente, sus músculos tensos.
Viendo su fuerte reacción, Qin Ze lo miró extrañado y le entregó el informe mientras decía:
—No es nada, está sana.
—¿Nada? —Las cejas de Qin Ren se fruncieron aún más. Su mirada se desplazó por el papel, palabra por palabra, fijándose en los resultados finales del examen. Su corazón no se tranquilizó ni un momento; de hecho, se hundió un poco más.
—¿No pudieron encontrar nada? ¿Podría ser esto un nuevo tipo de veneno desarrollado por El? —Con este pensamiento, su respiración se volvió aún más entrecortada, y sostuvo el informe del examen sin decir palabra.
La Abuela Qin notó que algo iba mal esta vez. Preguntó con curiosidad:
—Qin Ren, ¿qué pasa? ¿No era solo un dolor de estómago para Zhouzhou? ¿Por qué estás tan nervioso?
—No es nada. Solo me preocupo de que algo le pueda pasar a Zhouzhou y no podré explicárselo al Tío Menor —Qin Ren tiró de la comisura de su boca y dijo.