—Al escuchar el precio, Liu Hanqiu se quedó estupefacto —dijo Qin Ren—. Esa niña tonta los estaba vendiendo tan baratos, y sin embargo, parecía tan feliz por ello. Afortunadamente, Zhouzhou no entendía, pero Liu Hanqiu conocía el valor. Él no quería aprovecharse de una niña y dijo:
—¿Qué tal si te doy dos millones en su lugar? Veinte mil por pastilla. Si tienes más en el futuro, puedes vendérmelas. ¿Podemos hacer eso?
—¡Dos millones!
Los ojos de Zhouzhou se agrandaron. ¿Realmente era tan rico?
Ella rápidamente guardó la medicina en la botella de porcelana y se la entregó junto con la botella. Luego agarró su mano y la sacudió, como si temiera que él cambiara de opinión.
Liu Hanqiu sonrió sin remedio. Debería haber ido directamente a comprar con dinero en lugar de pasar por todas esas molestias antes.
Qin Ren giró la cabeza, observando la expresión codiciosa de Zhouzhou, y no pudo evitar sacudir la cabeza.
Mientras pensaba eso, una sonrisa tiraba de las comisuras de su boca.