Qin Lie estaba observando la batalla cuando escuchó las palabras de Zhouzhou. Antes de que pudiera reaccionar, una ráfaga de viento se adentró, levantando arena y haciéndole cerrar los ojos instintivamente.
En el siguiente instante, sonó un rugido y luego el silencio volvió al entorno.
Qin Lie abrió los ojos confundido y vio un destello de luz dorada. El dios maligno frente a él soltó un grito de desesperación y su enorme figura se convirtió de repente en cenizas, dejando solo algo de niebla negra detrás.
Zhouzhou lanzó un Talismán de Purificación, disipando al instante la energía malévola restante en el entorno. El aire del bosque se volvió fresco de nuevo. Se acercó rápidamente a Qin Lie y preguntó preocupada, —Papá, ¿estás bien?
—Estoy bien —Qin Lie la miró y sintió una ola de emociones en su corazón. Esta pequeña era aún más formidable de lo que había imaginado.
Ajena a su asombro, Zhouzhou suspiró aliviada al ver que realmente estaba ileso. —Eso es bueno.