—Está bien, lo entiendo. —Después de colgar el teléfono, Qin Xu abrió el mensaje en su teléfono, y una foto apareció inmediatamente ante sus ojos. Curiosa, Zhouzhou se inclinó para echar un vistazo. ¡El hombre de la foto parecía ordinario, con una apariencia sencilla y honesta, pero había un aura fría y amenazante entre sus cejas, como si sus manos estuvieran manchadas de sangre!
Zhouzhou se sobresaltó y su pequeño corazón se saltó un latido. Instintivamente preguntó:
—Segundo Tío Mayor, ¿quién es este?
—Oh, bueno, —respondió Qin Xu casualmente—. Este es un sospechoso en un caso de tráfico humano. Estamos ofreciendo una recompensa de trescientos mil por capturarlo.
—¡Trescientos mil!
Los ojos redondos de Zhouzhou se iluminaron. —¡Eso es mucho dinero!
Al ver sus ojos llenos de pequeñas monedas doradas, Qin Xu no pudo evitar divertirse. Suspiró y dijo:
—También demuestra lo difícil que es capturarlo.
De lo contrario, no estarían ofreciendo una recompensa.