En este momento, en la azotea del hospital.
Qin Yan miraba al hombre frente a él con shock e incredulidad. —Luo Kai, ¿te has vuelto loco?
Luo Kai era su antiguo agente que acababa de ser liberado de prisión hace unos días. Qin Yan había planeado visitarlo cuando tuviera la oportunidad, pero nunca esperó que Luo Kai viniera a él primero, y mucho menos que quisiera matarlo.
Qin Yan estaba presionado contra la barandilla. Abajo había una caída de cientos de metros, y si caía, su cerebro se esparciría.
Luchó con fuerza, pero la persona detrás de él lo sostenía firmemente, haciendo que sus luchas fueran inútiles.
Al escuchar las palabras de Qin Yan, Luo Kai soltó una risa fría. Su delgado rostro estaba lleno de locura. —Sí, me he vuelto loco, Qin Yan. Lo he perdido todo: mi dinero, mi esposa. No tengo salida, ¡y todo es por tu culpa!
Qin Yan lo miró fijamente, con los ojos muy abiertos. —¡Tú fuiste quien cortó los cables! ¡Cometiste asesinato!