Mangas, animes y videojuegos.
Esa había sido mi vida desde que me suspendieron de la secundaria.
Mientras otros chicos de mi edad se preocupaban por exámenes, clubes y relaciones, yo me refugiaba en esos mundos de fantasía que llenaban mis estanterías.
Era el único lugar donde las cosas siempre tenían sentido, donde los héroes siempre encontraban su camino, y donde yo podía escapar de la triste realidad que vivía a diario.
No siempre fue así.
Hubo un tiempo en que intenté encajar, ser normal.
Pero cuando te apartan, te das cuenta de que el mundo real no es como en los mangas.
Durante la secundaria, pensé que había hecho amigos, que por fin pertenecía a algún lugar, pero la traición siempre llega cuando menos lo esperas.
Te atraviesa como un cuchillo afilado que corta tu confianza de un solo tajo.
Supongo que es parte de la naturaleza humana…
Y puedo asegurarte de que no viene de un enemigo, sino de alguien cercano, alguien de quien jamás lo habrías sospechado.
Qué ingenuo fui al creerles. Después de aquello, me expulsaron por algo que no había hecho y, lo peor de todo, nadie creyó en mi palabra.
No tenía a nadie; estaba completamente solo.
A partir de entonces, solo me quedó refugiarme en las historias que llenan los locales de todo Akihabara.
Leer un manga me permitía volar con la imaginación, transportarme a otros mundos donde podía ser alguien más, alguien importante o, al menos, alguien aceptado.
Para alguien solitario como yo, esas páginas eran mi único refugio en esta sociedad; mi lugar seguro.
Hoy no era un día muy diferente a lo habitual, solo otro simple día de otoño en la gran ciudad de Tokio.
Mi nombre es Haruto Kibou, tengo 16 años recién cumplidos y resido en el barrio de Akihabara, el sueño de todo Otaku diría yo.
Al abrir la puerta de mi departamento, miré de reojo el pasillo, esperando no encontrarme con ningún vecino, especialmente con mi vecina de al lado, con quien siempre me cruzaba.
Hoy es 11 de noviembre, mi cumpleaños.
No quería salir de mi departamento, pero salía a la venta el nuevo tomo de mi manga favorito de piratas. También pensé en visitar un maid café; no me vendrían mal un par de sonrisas y algo de comida rica.
Pero primero tenía que asegurarme de conseguir un ejemplar de aquel manga, ese sería mi regalo de cumpleaños.
Sin duda, era una tarde bastante fría.
No sé si era que ya no sentía nada, pero iba poco abrigado, con solo una camiseta blanca y una chaqueta ligera de algodón, a juego con mis pantalones y zapatillas.
Ni siquiera llevaba mi celular; después de todo, no tenía nadie con quien hablar y conocía Akihabara como la palma de mi mano.
Sería un recorrido rápido, o eso pensaba.
No sé cómo me distraje mientras iba a cruzar la calle, pero tuve la extraña sensación de escuchar una voz diciendo "Haruto". Me quedé paralizado, sin mover ni un solo músculo.
En ese instante, un camión pasó a toda velocidad frente a mí, rozándome apenas por unos centímetros.
—Camión-kun casi me envía directo a un isekai —dije bromeando, aunque mi corazón palpitaba con fuerza. Sin duda, me había salvado por muy poco.
Crece la calle, ahora mucho más concentrado en el camino, me sentía más protegido con toda la marea de gente que había.
Llegué a mi tienda favorita, un edificio de diez pisos lleno de manga, artículos de anime, figuras y muchas cosas más.
Antes de ir directamente a buscar la copia que quería, decidí echar un vistazo en la sección de clásicos, ya que estaban un piso antes de mi destino, y pensé que podría encontrar alguna joya oculta para mi colección.
Mientras caminaba por los estrechos pasillos de la tienda, me detuve en la sección más alejada de la escalera.
Entre las estanterías polvorientas, al final de un pasillo que rara vez miraba, estaban los mangas más antiguos, algunos sin éxito en ventas y otro relegados en el olvido.
Pero uno de ellos en particular parecía invitarme a tomarlo.
"Celestaris" decía el título en la portada.
Un manga antiguo y desgastado, parecía fuera de lugar entre los volúmenes más nuevos, como si hubiera estado allí, esperando a ser descubierto.
Sabía que no había visto ese nombre en ningún catálogo, y eso despertó aún más mi curiosidad.
Tomé el manga entre mis manos, intrigado.
Las páginas parecían frágiles, como si se desmoronaran con solo tocarlas. Pero el arte... el arte era increíble.
Paisajes llenos de magia, una luna gigante que dominaba el cielo, y personajes que parecían sacados de un sueño. Empecé a leer para darme una idea de que iba.
"El mundo de Celestaris, bendecido por la diosa de la luna, Selene... un lugar lleno de aventuras, donde los héroes emergen para luchar contra las sombras que acechan en los corazones de los hombres."
Cada palabra me absorbía más y más. Las páginas parecían cobrar vida a medida que avanzaba, y antes de darme cuenta, todo a mí alrededor comenzó a cambiar.
Un intenso destello nubló mi vista. El aire a mí alrededor se volvió denso, casi tangible.
El suelo bajo mis pies desapareció, y sentí que caía, cayendo más allá de la tienda, más allá del mundo que conocía.
Intenté gritar, pero ningún sonido salió de mi boca. Aquel antiguo manga se desvaneció de mis manos, y solo quedó la oscuridad.
Sentí que flotaba en un inmenso vacío.
¿Qué demonios está pasando? —Intenté respirar, pero el aire se sentía diferente, pesado, como si el mismo mundo me estuviera envolviendo. Era imposible. ¿Estaba soñando?
Cuando finalmente pude abrir los ojos, todo a mí alrededor era distinto.
El mundo que conocía se había desvanecido, como si estuviera dentro de un sueño.
¿Me habré quedado dormido mientras leía?
Haruto se levantó lentamente, parpadeando ante la suave luz que caía a través de las ramas de los árboles.
Parecía primavera; podía escuchar el sonido de las chicharras resonar entre los árboles.
El aire era puro y fresco, perfumado con el olor de flores y hojas.
El bosque a su alrededor parecía vivo de una manera que nunca había experimentado antes.
Los árboles se alzaban altos, con sus ramas susurrando al ritmo del viento.
— ¿Dónde... estoy? —murmuré, sintiendo que mi voz sonaba fuera de lugar en ese entorno.
La última vez que había visto árboles tan altos fue... bueno, nunca. En Tokio no había bosques así.
Esto no puede ser real, pensé mientras me ponía en pie, tambaleándome ligeramente. Mis piernas temblaban, no solo por el mareo, sino por el miedo que intentaba reprimir.
Justo entonces, una figura esbelta apareció entre los árboles.
Su cabello largo y verde brillaba bajo la luz del sol, y sus ojos, del mismo color que las hojas en primavera, me observaban con curiosidad.
Sus orejas puntiagudas delataban que no era humana.
—Bienvenido, viajero —dijo la joven, su voz melodiosa resonando en el aire tranquilo del bosque.
¿Quién es ella? Mi mente aún intentaba comprender lo que estaba pasando.
¿Es un sueño? ¿O me he vuelto loco?, Aunque, si esto era un sueño, era el más realista que había tenido.
—Este es el bosque de Mythara —continuó ella, como si mis pensamientos fueran muy evidentes como el viento que nos rodeaba—. Estás en el mundo de Celestaris.
—Espera... ¿Celestaris? — Pregunté incrédulo—. ¿Cómo es posible? Yo estaba en una tienda de mangas... esto no tiene sentido, ¿segura no es un sueño?
La joven elfa sonrió, su expresión era tan tranquila como la brisa que soplaba suavemente.
—Las cosas en este mundo rara vez tienen sentido al principio. Pero, si estás aquí, debe ser porque Selene te ha invitado a venir.
La luna. Selene. Ese nombre resonó en mi mente, como si hubiera estado grabado allí todo este tiempo.
Recordé el nombre de la diosa que había leído en las páginas de aquel manga. Selene, la diosa de la luna quien gobernaba este mundo.
—Soy Yuna. Yuna Kazeharu, del clan de los Elfos del Viento— se presentó, inclinando levemente la cabeza y extendiendo su mano para saludarme—. Y tú... debes ser el viajero enviado por Selene.
Miré su mano, luego el bosque que me rodeaba, y finalmente a ella.
Esto no puede estar pasando, seguía diciéndome a mí mismo, tratando de convencerme a toda costa, pero todo era demasiado real para ser un sueño.
El suave aroma de las flores, el calor del sol en mi piel, la brisa que acariciaba mi rostro... Si esto es un sueño, no quiero despertar.
—Yo soy Haruto... Haruto Kibou —dije mientras tomaba su mano con un toque de nerviosismo—. Y creo que necesito un poco de orientación.
Yuna sonrió con una calidez que hizo que mis nervios se calmaran.
Me quedé un momento atontado, viéndola fijamente; su mano era suave y cálida, su cabello desprendía un aroma irresistible a jazmín, y sus ojos transmitían bondad.
Parecía una deidad en todo sentido.
—Encantada de conocerte, Haruto —respondió ella, con una sonrisa cálida que me sacó del trance en el que me encontraba.
Por un momento, permanecimos en silencio, nuestras miradas se encontraban entrelazadas mientras intentaba procesar todo lo que había sucedido.
El bosque a nuestro alrededor parecía moverse en perfecta armonía con ella, como si fuera una parte más de su ser.
—Ven, sígueme —añadió Yuna, girándose con ligereza mientras comenzaba a caminar entre los árboles.
Sin decir nada más, la seguí sin durarlo, mis pies apenas tocando el suelo mientras intentaba adaptarme al nuevo entorno.
El crujido de las hojas bajo mis pies me anclaba a la realidad.
Esto no es un sueño, me repetía una y otra vez.
A cada paso, la suave brisa que pasaba entre los árboles llevaba consigo el aroma de la tierra húmeda, mezclado con un extraño sentimiento de paz, pero también con una creciente sensación de inquietud. ¿Qué demonios está pasando?
—Ehm, Yuna, ¿verdad? —dije, intentando sonar lo más respetuoso posible.
—Dijiste que la luna me trajo aquí —continué, rompiendo el silencio con cautela—. ¿Eso significa que…?
—Selene, la diosa de la luna, vela por este mundo —explicó Yuna mientras avanzábamos—. Ella es la protectora de Celestaris.
—A veces, cuando este mundo está en peligro o necesita un cambio... busca a alguien más allá de este plano para que la ayude.
¿Alguien como yo? pensé, sin estar seguro de si realmente creía esas palabras. Yo no era un héroe, ni un salvador. Apenas lograba cuidar de mí mismo en mi mundo. ¿Por qué yo?
—Y... ¿qué espera ella que haga? No soy alguien especial, apenas puedo cuidar de mí mismo — dije, sintiéndome un poco tonto al mismo tiempo.
—No soy más que un simple y solitario humano... ¿qué podría hacer yo por este mundo?
Yuna se detuvo por un momento y me miró, como si también estuviera buscando una respuesta que aún no tenía.
—Aún no lo sé. Pero sé que tu llegada no es mera casualidad —dijo finalmente—. Hay algo que debes hacer aquí, algo ligado a la voluntad de Selene.
—Puede que con el tiempo lo descubras, pero por ahora... simplemente debes creer que las cosas pasan por algo y prepararte.
¿Prepararme para qué? Una tras otra, las preguntas tomaban el control de mis pensamientos.
Esto definitivamente no es un juego ni un sueño. Pero en ese momento, un crujido en el suelo interrumpió mis pensamientos.
Haruto y Yuna giraron la cabeza al mismo tiempo, sus ojos centrados en una pequeña criatura que emergía de entre los arbustos.
Era un ser grotesco, con piel grisácea y ojos brillantes.
Me parecía que había visto algo parecido antes en los mangas, pero ahora estaba justo frente a mí. Y no era tan divertido como imaginaba.
— ¿Qué es eso? —pregunté, dando un paso atrás instintivamente. Mi corazón latía con fuerza, la adrenalina llenaba mi cuerpo.
— Un goblin —respondió Yuna, mientras su expresión se endurecía—. Criaturas molestas, pero peligrosas en grupos.
Antes de que pudiera reaccionar, Yuna cerró los ojos y extendió la mano derecha. En un suave susurro, la magia parecía materializarse a su alrededor con leves ráfagas de viento.
—¡Materialize!—dijo en voz baja, con un tono sereno y firme, mientras extendía su mano hacia el aire—. ¡Elven Bow!
Un destello de luz verde brotó de sus manos, iluminando el entorno con una magia suave pero imponente.
Del resplandor, un arco comenzó a materializarse. Era una obra de arte, una mezcla perfecta entre naturaleza y poder.
Su estructura alargada, de un verde profundo y brillante, evocaba la imagen de los árboles sagrados del bosque.
Las finas líneas de grabado que recorrían su superficie eran como remolinos de viento en movimiento, danzando eternamente a lo largo del cuerpo del arco.
En sus extremos, delicadas hojas de plata sobresalían, como si la misma naturaleza lo hubiese forjado.
Un pequeño cristal, incrustado en el centro donde sus manos lo sostenían, emitía una luz suave y cálida, pulsando con la magia del viento que fluía a través de él.
Las cuerdas del arco eran casi invisibles, hechas de filamentos del aire, que, al tensarse, emitían un leve susurro, como si el viento mismo respondiera al llamado de Yuna.
El arco no solo era una herramienta, sino una extensión de su propia esencia.
Lo sostuvo con firmeza, la confianza reflejada en sus ojos mientras se preparaba para disparar.
La joven tensó la cuerda de su arco con una precisión impecable.
—¡Magic Arrow!
De sus dedos surgió una flecha de luz, hecha de pura energía de viento condensada, que brillaba en un suave tono verde azulado.
El aire a su alrededor pareció detenerse por un breve instante, como si todo el bosque contuviera la respiración.
Con un movimiento fluido, soltó la cuerda, y la flecha salió disparada como una ráfaga de viento.
El proyectil se movía con una gracia sobrenatural, cortando el aire en su trayecto hacia el goblin.
En cuestión de segundos, la flecha impactó en el centro de su pecho, liberando un destello de luz que envolvió a la criatura.
El goblin apenas tuvo tiempo de emitir un gruñido antes de desintegrarse, convirtiéndose en una nube de polvo brillante que se esparció en el aire.
La magia del viento se disipó lentamente, dejando tras de sí solo el suave murmullo de las hojas y el eco del disparo perfecto de Yuna.
—Espero encuentres la paz —murmuró, bajando su arco con la misma serenidad con la que lo había invocado, lista para lo que viniera después.
Esto es real. La magia es real... El miedo y la incredulidad luchaban por apoderarse de mí.
Otro crujido más fuerte, esta vez vino desde el lado derecho.
Dos goblins más aparecieron entre los árboles, moviéndose rápidamente hacia nosotros.
—Parece que aún quedan algunos más —dijo Yuna, enfocada en sus nuevos objetivos, a los que abatió con sus flechas mágicas.
De repente y sin previo aviso, un tercer goblin, oculto en un arbusto, saltó desde el punto ciego de Yuna, quien parecía no percatarse de su presencia.
—¡¡¡Yuna, cuidado!!! —grité, sin pensar, mi cuerpo se movió por puro instinto.
Sin saber exactamente lo que hacía, Haruto se lanzó frente a Yuna, interponiéndose entre ella y el goblin.
No entendía del todo su impulso, pero algo era seguro: no iba a quedarse atrás.
El goblin lanzó sus garras hacia mí, pero me agaché justo a tiempo.
Usando una técnica que aprendí en clases de defensa personal y aprovechando el impulso del goblin en su contra, lo empujé con todas mis fuerzas, derribándolo.
Aquel monstruo cayó al suelo rodando sobre sí mismo y Yuna termino de rematarlo con sus flechas.
¿Acabo de... hacer eso? Hace años que no combatía...
Haruto respiraba con dificultad, aún tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir.
¿Esto realmente me está pasando?
Yuna lo miró con una mezcla de sorpresa y admiración.
—Veo que tienes un fuerte espíritu de superación. Este mundo es peligroso, pero parece que no te dejas intimidar tan fácilmente —dijo ella, con una leve sonrisa.
Justo cuando creía que todo había acabado, un destello brillante apareció ante mí. Un panel flotante virtual se desplego delante de mis ojos.
El suelo comenzó a brillar con símbolos que parecían sacados de un videojuego.
¿Qué demonios es esto? —pensé, confundido. Esto... es un drop. ¿Acaso es un juego?
En aquel panel podía leerse:
SUBIDA DE NIVEL +1
(NUEVO NIVEL 2)
DROP OBTENIDO:
Pieza de Bronce x1
HABILIDADES OBTENIDAS:
"Goblin Slayer" ha sido añadida al índice de habilidades pasivas.
Las notificaciones aparecieron frente a mis ojos, como si me encontrara dentro de un RPG. Sentí una cálida oleada de energía recorrer mi cuerpo, llenando mi pecho con una sensación de poder y renovada vitalidad.
¿Esto es real?…
—¿Es... como un RPG? — Pregunté, sin poder contener mi sorpresa—. ¿Acabo de ganar habilidades y objetos?
Yuna me miró con una expresión confusa, claramente sin entender la referencia.
—¿RPG? — dijo, frunciendo ligeramente el ceño—.
—No sé de qué hablas, pero este mundo sigue sus propias reglas.
—A medida que enfrentas desafíos y vences enemigos, te haces más fuerte y aprendes nuevas habilidades. Algunos de ellos sueltan objetos como recompensas.
—Pero no te confíes... Cada batalla puede ser la última, sin importar cuán fuerte seas.
Sentí cómo la comparación con un RPG se desvanecía en mi mente.
En ese momento lo entendí todo, ella no sabía lo que era un videojuego. Este era su mundo, su realidad, y todo aquí tenía consecuencias reales. Sin duda aquí no había punto de reinicio si algo fatal ocurría.
Aun así, la idea de ganar objetos, experiencia y habilidades me resultaba familiar.
Tenía una sensación de poder corriendo por mis venas, dándome una sensación de fuerza que nunca había conocido. Era como si, en este mundo, pudiera alcanzar algo más, algo que siempre me había sido negado.
—Entonces... si continúo luchando, podré hacerme más fuerte —murmuré, sintiendo cómo la determinación comenzaba a crecer en mi interior.
—Eso es cierto —dijo Yuna, mirándome con una mezcla de advertencia y comprensión—. Pero recuerda, mientras más poder obtienes, mayor es la responsabilidad que viene con él.
Aquí, cada elección importaba. Sus palabras resonaron profundamente en mi mente, como una advertencia y, al mismo tiempo, una promesa.
Observé el paisaje a nuestro alrededor, los árboles altos y la luz que se filtraba entre las hojas. Este lugar tenía algo especial, como si estuviera lleno de posibilidades.
Tal vez, en este nuevo mundo, tenía una oportunidad para convertirme en alguien diferente. Tal vez, aquí... podía tener una verdadera segunda oportunidad.
El viento susurraba entre las ramas, y un silencio momentáneo nos envolvió.
—Entonces, ¿qué sigue? —pregunté finalmente, con la mirada fija en el horizonte desconocido que se extendía frente a nosotros.
Yuna se quedó pensativa por un momento, sus ojos brillando a la luz de la luna que empezaba a asomar entre las copas de los árboles.
—Deberíamos dirigirnos a mi aldea —dijo con una voz tranquila pero decidida—.
—Tengo que hablar con mi padre. Es el líder de nuestra tribu. Imagino que sabrá qué hacer a continuación, y también entender acerca de tu papel en este mundo.
Nuestros ojos se encontraron, y en su mirada percibí una mezcla de respeto y preocupación.
Su propuesta tenía todo el sentido. Este mundo era desconocido para mí, y, de algún modo, sentía que podría confiar en ella por completo.
—Bien… confío en ti, Yuna —dije, esbozando una sonrisa nerviosa—. Desde este momento, quedo a tu cargo. Te seguiré a donde sea.
Ella me devolvió una sonrisa suave, pero cuando la luz de la luna comenzó a filtrarse entre las ramas, su expresión cambió ligeramente, volviéndose un poco más seria, como si hubiera algo que aún no me había contado.
—Parece que la noche está cerca —murmuró, mirando hacia el cielo oscurecido—. Sería mejor que montáramos un campamento aquí.
—El viaje de regreso a la aldea es largo, y no quiero arriesgarnos a continuar en la oscuridad sin estar bien descansados, los monstruos se vuelven más peligrosos de noche así que levantaré una barrera.
Asentí, sintiendo el cansancio acumulado del día comenzar a hacer efecto en mi cuerpo. El hambre también comenzaba a hacerse notar, y la idea de una pausa me pareció acertada.
—Sí, suena bien —respondí—. Además, creo que me vendría bien algo de comida y dormir un poco antes de seguir.
Yuna asintió, y juntos buscamos un lugar despejado entre los árboles.
El suave murmullo del bosque y el brillo plateado de la luna nos envolvían mientras preparábamos un pequeño campamento.
El calor de una pequeña fogata pronto nos reconfortó, y mientras compartíamos algo de comida, sentí por primera vez desde que había llegado a este mundo una extraña calma.
—Mañana, nos dirigiremos a la aldea —dijo Yuna, mirando el fuego—. Pero por ahora, descansemos. Tenemos un largo camino por delante.
Me recosté sobre la hierba, mirando las estrellas que comenzaban a aparecer en el cielo nocturno. Este nuevo mundo es tan diferente... pero tal vez aquí pueda encontrar un propósito.
Con ese pensamiento, dejé que el sueño me envolviera lentamente, mientras la luna nos vigilaba desde lo alto.