Después de comprar algo de comida sana para llevar que a Reiner le aprobaba, nos dirigimos hacia nuestro coche. No sabía a dónde Reiner planeaba llevarme y podía adivinar que no me lo diría aunque se lo preguntara. Así que, no pregunté y simplemente esperé para ver a dónde me llevaría. Reiner parecía estar mucho más relajado que antes, como si el muro de hielo entre nosotros se hubiera derretido. Parecía estar disfrutando de nuestra cita y eso me hacía muy feliz. Nuestra conversación fluía ahora mucho más fácilmente y parecía estar abierto conmigo.
Ya estaba oscureciendo pues el sol ya se había puesto para cuando salimos del centro comercial. Reiner nos condujo hacia algún lugar cuesta arriba. ¿Iremos a ver algo allí arriba?
—¿Está lejos el lugar? —pregunté con curiosidad mientras el coche continuaba su camino por la carretera sinuosa.
—No... probablemente llegaremos en unos diez minutos —respondió Reiner mientras apretaba levemente mi mano, sin apartar los ojos de la carretera.
