—¡Papá! Escúchame. ¡Tienes que saber esto! —gritó Ángela a su padre en el momento en que entró en su estudio.
El padre de Ángela levantó la vista del periódico de negocios que estaba leyendo un poco para darle un vistazo antes de volver a mirar las páginas.
—¡Papá! ¿Sabes lo que esa perra, Natalia, acaba de hacerme? —continuó Ángela gritando mientras se dejaba caer en el sofá de cuero.
—Baja la voz... y cuida tu lenguaje —su padre siseó con los ojos aún en el periódico.
—¡Esa perra acaba de seducir a mi prometido mientras yo me probaba mi vestido de novia! Papá, ¿me estás escuchando? —le gritó Ángela a su padre.
—¿Por qué me estás contando esto? ¿Todavía quieres casarte con Lucien o no? —dijo el hombre mayor con pasividad.
—¡Sí! ¡Por supuesto que quiero casarme con él! —respondió Ángela firmemente.
—Bien. Si todavía quieres casarte con él, entonces no necesito hacer nada. Solo vete —respondió sin importarle el padre de Ángela mientras la despedía con la mano.