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—Debes de tener frío porque tu cuerpo está caliente por la fiebre —respondió Lucien tocando mi mejilla con su mano fría—. Ruego porque el milagro del secador de pelo aún funcione de alguna manera.
—Siento tanto frío... ¿puedes abrazarme? —susurré mientras estiraba ambos brazos para atraerlo hacia mí y a mi cama. Me senté despacio, fingiendo debilidad, y le abrí mis brazos.
—Vale, es hora del show para el mini camisón de encaje negro —pensé—. Lentamente quité la manta de mi cuerpo para desvelar mi parte superior hasta la cintura. Jadeé un poco para asegurarme de que mis pechos se movieran ligeramente y así captar la atención de sus ojos. Supongo que no era realmente necesario, porque en el momento en que la manta se alejó de mi parte superior del cuerpo, los ojos de Lucien se posaron inmediatamente en mis pechos apenas cubiertos.
—Natalia... —Lucien murmuró suavemente mi nombre con ligera confusión y curiosidad.