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—¿Por qué? —pregunté molesta—. No puedes decidir algo que me concierne tan a la ligera. Eres mi macho en este momento, no mi Alfa.
—¿Qué quieres de mí, Tea? —Hubo un alza en el tono de su voz que me impulsó a retroceder, pero no lo hice, mantuve mi posición. Intentó levantarse pero lo empujé en el pecho resoplando con indignación por sus acciones sin sentido para cortarme. Estaba segura de que no lo decía en serio, podía verlo en sus ojos.
—No —gruñí ruidosamente mientras mostraba mis dientes de batalla, aborreciendo cómo me hablaba.