—No creo que puedas derribarlo.
—¿Por qué? —preguntó con curiosidad.
—Porque ya está arrodillado, Tea. Creo que ya ha comenzado a buscarte. Esa desesperación, esa desesperanza y esa sensación vacía de pérdida serán lo que lo destruirá desde dentro. Pronto reconocerá las consecuencias de sus travesuras. Con cada día que pasa, la culpa lo carcomerá todo porque te ama y te valora.
—No soy inocente en esta batalla. Besé a otro macho para provocarlo en represalia.
—Entonces no hay peso que altere el equilibrio entre ustedes dos, ambos tienen igual pecado. Cuando él pida tu perdón, tú también debes pedirlo por el suyo. Pero no necesitas hacerlo en este momento porque su traición fue primero. Supongo que quieres espacio.
—Sí, mucho. No quiero verlo. No quiero hablar con él. No quiero que me toque.