Cuando era una juvenil solo tenía un sueño que nunca fallaba en devorarme por completo —ser la hembra de Fobos, ser reclamada por él como su dueña—. Eso era todo lo que había esperado, todo lo que había anhelado con la totalidad de mi corazón y alma.
Nunca fui del tipo avaro de hembra, nunca quise más de lo que realmente necesitaba. Pero después de que mi sueño se había cumplido, un nuevo sueño brotó dentro de mí, una semilla de esperanza que estaba enterrada profundamente en mi vientre —dar a luz a mi propia pequeña bestia—. Ser madre no de uno, sino de tantos como pudiera dar a luz para llenar nuestra pequeña cabaña de risas y calidez. Pero en el camino, también se convirtió en el sueño de Fobos, sin importar lo que le dijera a su manada sobre no querer apresurarse, siempre fue honesto conmigo. Él quería una gran familia feliz porque creció sin esa bendición.