—¿Por qué? —preguntó abatida, mi voz quebrada y suaves sollozos estremeciendo mi carne—. ¿Y mi macho se detiene en seco, girando para mirarme?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué soy yo la que te ama más? ¿Por qué siempre soy yo la que te anhela? ¿Por qué no me amas como yo te amo? ¿Por qué no ves el significado detrás de mis acciones de hoy?
—Vine aquí porque te amo, Tea. Para protegerte. ¿Por qué más lo haría?
—No, ¡mientes! Te resulta tan fácil dejarme que te sale natural. No necesitas mi amor pero él lo merece más.
—¿Quién? —Sus ojos se agrandan levemente ante mi verdad, sus manos se cierran en puños firmes y temblorosos mientras espera mi respuesta.
—Tu bestia.
—No, tú no le perteneces a él. Tú eres mía —grita él, su voz tan ronca mientras da un gran paso hacia mi calor que se intensifica, su posesividad creciendo, tomando control de él—. Desaprueba que diga tales cosas.