—Tampoco yo. Quizás lleve tiempo —él frunce el ceño porque también está frustrado, como yo—. Me enseñaron que tan pronto como los dientes se hunden para romper la piel, habrá una explosión de imágenes y sensaciones corporales que inundarán a los compañeros. Pero con nosotros, aún no sentimos nada.
—¿Nos marcamos el uno al otro en un lugar incorrecto?
—Muéstrame —él pronuncia con una mirada seria asomándose en sus rasgos, agarrando mi mandíbula y girando mi cara hacia un lado examina su marca que debe haber empezado a sanar gradualmente—. ¿Qué es esto? Esto no es en absoluto como pensaba que sería.
—Tal vez necesitemos —mis palabras son abruptamente interrumpidas por un jadeo sorprendido que brota de mi pecho, mis ojos se ensanchan en shock, mis mejillas se enrojecen y hay un tirón audible en su respiración, una inhalación silenciada que él toma, una reacción aparente que he ganado de mi macho por lo que ve.
