Fobos está inquieto. Durante el desayuno, estuvo bastante reservado, sin dirigirme una sola palabra, manteniendo su vista amada, sus impresionantes azules oceánicos, lejos de los míos interrogantes. No pude alimentarme adecuadamente, pues ¿cómo podría hacerlo cuando mi macho se resistía incluso a concederme una sola mirada de reconocimiento?
El espacio hostil que nos separaba, podía sentirlo con distinción. Esa barrera que él había establecido rápidamente para prohibirme acercarme a su esencia, claro que no me gustó, pero no me quejé, tomando su retiro como una señal de su necesidad de reflexionar o aislarse en su cueva. No deseaba ser molestado, porque algo lo perturbaba profundamente.