—¿Qué pasa? —pregunto al macho sorprendido mientras revuelvo casualmente el guiso de jabalí picado asegurándome de no hervirlo demasiado para retener su sabor natural. Fobos siempre me había pedido que lo hiciera para él porque era el mejor plato casero de Luna Afrodita y lo extrañaba.
—Se queda parado en la puerta de su habitación como si dudara en entrar a la cocina. —¿Vas a quedarte ahí toda la mañana? —vuelvo a preguntar impulsándolo a que venga y se siente a desayunar. Fobos avanza gradualmente hacia la mesa para sacar su silla y sentarse con sus ojos azul océano firmemente fijos en mi carne.
—Cuando volvimos hace unos días después de la fiesta de Kal, todavía lo mantenía alejado de mí. Sí, conversaba con él de vez en cuando en comparación con el completo silencio durante los últimos dos meses, pero todavía me mantenía distante. Necesitaba aprender cómo su forma de tratarme me hacía sentir, lo difícil que me resultaba perdonarlo y que un beso no iba a convencerme.
