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Chapter 19 - Mátame - Parte【2】

Fobos se tensa ante mi brusca cercanía y da un paso aparente alejándose de mi calor mientras yo frunzo el ceño por su acción inmoral. Es verdaderamente despiadado en sus maneras, no le importa si me hiere.

—¿Tu hembra? —pregunta Deimos con estupefacción mientras yo mastico mi labio inferior. Me pregunto si estará perturbado conmigo por haberle ocultado esto o pensará que también lo descubrí recientemente. Espero tenazmente la respuesta de mi compañero, pero me sobresalto al sentir la llama de sus azules sobre mí.

Ojos mansos se elevan para contemplarlo solo para quedarme boquiabierta en perplejidad. —¿Por qué me miras así? Como si hubiera cometido una transgresión contra ti y la luna. Como si hubiera hecho algo vergonzoso y corrupto. Nunca en mis sueños más salvajes pensé que me marcarías de esta manera.

Apartando la vista de él, rezo por poder desaparecer bajo la tormenta, esta posición en la que estoy no es alegre sino desgarradora. La odio.

La forma en que me miró ahora es distinta a cómo sus orbes me sostuvieron cuando me reclamó como suya en mi manada. Es como si quisiera quejarse con su hermano de haber recibido algo que no quería. La variación de sus acciones me atormenta con fervor, no puedo entenderlo. —¿Cómo puedo cuando no me habla?

Nuestro encuentro cesa tan rápido como comenzó, pues Deimos y Lumina están fatigados después de su viaje y ella desea descansar. Llevar un cachorro no es un proceso fácil, lo sé porque asistí a Cronos con las hembras preñadas.

Me quedo sola en el campo estéril mientras la tormenta descansa, viendo cómo cada lobo se marcha al calor de sus compañeros y hogares hasta que me quedo sola con la naturaleza caminando silenciosamente hacia el lugar que retiene el corazón de mis recuerdos.

Fobos se fue a relajarse en su propia habitación, sabía que no compartiría una conmigo. —¿Por qué lo haría si no me necesita como yo a él? Quizás estar a mi lado es una agonía para él, pero no puedo comprender por qué me reclamaría entonces, ¿con qué propósito?

Tomo el sendero ubicuo hacia la parte trasera del castillo imaginando que soy una cachorra saltando frente a mí con ansias de ver al macho que extrañaba. Recuerdo lo enamorada que estaba de él, habría estado tan emocionada de saber que era mío.

—El castillo es sombrío, pero encuentro que mantiene la misma luz que tenía cuando estaba floreciendo. Las turbulentas booms de su risa parecen resonar enterradas en mis oídos. Sigo a la niña que fui mientras nos guía al jardín, a nuestro lugar. Ansiaba volver aquí, sentarme junto al árbol y buscar consuelo.

—Nos detenemos, ella y yo, mirando con desconcierto las puertas cerradas con cerrojo. Enredaderas gruesas envuelven opresivamente sus barras antiguas, revelándome que no ha permitido el paso de ningún lobo durante años. ¿Por qué está cerrado? ¿Lo organizó Deimos, pero por qué? Saber que este lugar existía me daba vida. ¿Por qué lo abandonaría de esta manera?

—Con un bufido indignado y un brusco asentimiento de determinación, subo decididamente a plantar mis pies descalzos sobre las barras intentando equilibrarme bien y no resbalar. La puerta posee cabezas afiladas que seguramente me cortarían profundamente si fallo.

—Soy cautelosa con mis pasos, siendo paciente conmigo misma mientras triunfalmente supero al otro lado de manera desgarbada. Si mamá me viera ahora seguro estaría provocada por mis maneras poco femeninas. Sin embargo, he venido al castillo después de años de separación, debo ver el único lugar que atesoro.

—Sin embargo, cuando intento descender, mi entusiasmo me hace pasar por alto mi posición actual cuando el borde de mi vestido queda atrapado por las puntas y pierdo rápidamente el equilibrio, mi vestido se rasga con mi peso mientras caigo al suelo hiriéndome brutalmente la rodilla.

—Eso duele—me quejo inspeccionando mi pierna mientras la carne suave se abre para liberar chorros densos de sangre. Cierro los ojos y gimo de angustia al ver la sangre. Después de unos segundos, examino mi vestido ahora manchado de sangre. Debo desechar esta ropa, no puede ser restaurada a su originalidad pues se ha ensuciado hasta el extremo supremo.

—Levantándome con nonchalance sacudiendo mis palmas sobre mi vestido, me vuelvo para tomar la totalidad del oscuro jardín. Muerto. Todo lo que alguna vez existió de manera glamorosa ha sido dejado salvajemente a expirar. Ya no hay belleza en este lugar, está vacío y sin alma.

—La cascada se ha encogido y las rocas envueltas por musgo exuberante, mientras que las jaulas de palomas han erosionado y lucen gastadas y trabajosas. Sí, se ve triste para mí, pero la cachorra que se quedó todos estos años preservando dentro de mí a través de dificultades está libre para explorar el lugar que atesora.

Ella me guía directamente al árbol, nuestro preciado árbol. Todavía abarca su ubicación exacta con precisión. Con una sonrisa tierna en mi rostro, la sigo una vez más, cada recuerdo que tengo aquí con Fobos amanece ante mí con luminosidad, todos mis sentidos inundados por la esencia del jardín.

Nuestra risa entremezclada mientras nos sentábamos aquí en el césped fresco y leíamos libros juntos, la forma en que revolvía mi cabello con juguetonismo mientras yo le salpicaba agua encima desde la cascada y la manera en que se agachaba a mi lado para narrar los nombres de cada paloma dentro de esa jaula. Nunca una vez se molestó por mis travesuras, siempre a mi lado.

Es un camino tortuoso hacia el árbol, pero brinda el consuelo y cierre que busco. Con su pequeño vestido blanco floral y pies descalzos, la cachorra salta con entusiasmo para llegar a él. Sí, así de hiperexcitada estaba. Ahora recuerdo todo.

Cuando llegamos al árbol, miro hacia arriba a las delgadas ramas frágiles, sin vida ni hojas. Recuerdo las hojas densas que poseía y todos los pájaros que crearían sus nidos sobre ellas cantando sus melodías temprano en la mañana. Me sentaría aquí mismo y esperaría a Fobos. Él siempre sabía que estaría aquí y vendría a buscarme.

Una brisa tenue barre mi piel mientras aseguro mis cabellos desordenados detrás de mi oreja. Colocando mi palma sobre el tronco, me inclino para ver las palabras que había tallado aquí cuando tenía once años después de que Fobos se había ido.

—Fobos y Tea —murmuro en voz alta mientras una sonrisa suave reposa sobre mi rostro. Sosteniendo el colgante del collar que he llevado con orgullo durante años, mis dedos rozan la piedra con satisfacción. Fue la hoja de este árbol la que incrustó dentro de la gema, nunca me la quité como le prometí. Me pregunto si él lo notó.

Deseando pasar la noche aquí en el jardín, me acomodo debajo del árbol. La cachorra que seguí se sienta a mi lado con las piernas abrazadas a su pecho, sus azules nórdicos profundamente afectados.

Ella soy yo, sin embargo, siento que debo calmar su tristeza. Sé a quién espera, pero también sé que él no aparecerá. Miro hacia mi izquierda, el asiento que debe estar lleno de su calor está vacío, añadiendo a mi dolor.

Alucino que el macho con el que crecí está sentado a mi lado mirándome con afecto como siempre. —Tea —me llama con esa suavidad y esa delicada sonrisa de adoración que tenía para mí. Esto es un castigo que no merezco.

Apoyando mi cabeza contra la corteza, miro a la cachorra esperando con la esperanza de que él venga a ella. Las lágrimas que había reprimido con terquedad se liberan llevando mi excruciación con ellas.

—No vendrá. Nos ha abandonado. Ya no le gustamos. El macho que conocíamos... ha muerto. —Lloro tapando mis ojos con los talones de mis palmas. El peso de mi corazón, la carga que trae es demasiado pesada para que yo lo soporte.

Derrumbándome al suelo extendiéndome debajo del árbol, busco el consuelo de la naturaleza. Mi loba aúlla dentro de mí, no entiende mi dolor porque su bestia la adora. Pero para mí, no soy querida. No soy necesaria, soy una responsabilidad que él encuentra como tal.

—Macho sin corazón. —Sollozo recostándome contra el árbol cerrando los ojos implorando que su rostro desaparezca mientras el sueño me toma, que no tenga ningún sueño de él esta noche. Deseo paz, pero sé que siendo su compañera, nunca podré obtenerla.

Esa noche el sueño llegó, pero vino con una pesadilla. Una pesadilla donde Fobos me apuñaló con sus propias dos manos.

Fobos y yo nos quedamos unas semanas en la manada de Deimos, y durante esas semanas no lo vi ni una vez. ¿Cómo podría cuando ambos estábamos confinados en nuestras habitaciones, dudando en enfrentarnos al otro? No sabía que las semanas habían pasado, pues me mantenía en mi estado mental depresivo.

Sí, soy débil cuando se trata de él. No puedo enfrentarlo, no tengo la confianza para hablar con él por miedo a lo despiadadamente que podría lastimarme y me acobardo ante su mirada salvaje, pues este macho no es el Fobos con el que crecí. Este macho me es ajeno.

Drakho había informado de la partida de hoy que partiríamos antes del atardecer. No había necesidad de que empacara, pues todas mis posesiones están en la manada de Fobos. Reuní el coraje para salir de mi cámara para desayunar, pero no había previsto que sería obligada a sentarme justo al lado de él.

—Él ni siquiera parpadeó cuando lo hice, simplemente comiendo su comida en silencio. Era como si fuera invisible para él, insignificante. Sin embargo, me senté a su derecha, colocando comida en mi plato, pues sabía que él no lo haría por mí como hacen todos los Alfas por sus Lunas.