—Mi manada me teme, tú lo sabes. Y después de Castor, ningún lobo se atreverá a pedir o hacer nada que te concierna. Mi palabra es la ley aquí, Tea. Ellos no me gobiernan, soy su Rey y su única opción es someterse a mi mando. No tomaré a otra hembra incluso si los ancianos desean que lo haga —su voz es de sospecha, un profundo ceño fruncido en medio de sus cejas mientras sus ojos buscan los míos en busca de mi respuesta definitiva—. ¿Y si ese fuera el caso, tú lo aceptarías?
—Por supuesto que no. Nunca podría cederte a otra hembra ni siquiera por una noche, incluso si eso garantizara un buen futuro para ti como Alfa y tu manada. Me disculpo, ni siquiera sé por qué deseaba hablarte de esto. Probablemente quería estar preparada y conocer tu perspectiva ya que es una situación que muy probablemente ocurra en el caso... —me detengo sin terminar mi frase, ya no quiero pensar más en ello.