—¿Te lastimé anoche? —pregunta Fobos sin aliento, apretando su polla erecta contra mi trasero, su voz vibrante y saturada de excitación. La yema de su dedo índice derecho sigue suavemente el contorno de mi húmeda apertura vaginal que fue barbarizada salvajemente anoche y jadeo ante sus travesuras, su toque evocando una necesidad feroz dentro de mí.
—No, no lo hiciste —susurro con mis dedos aferrándome a la encimera de la cocina en busca de apoyo. Tuvimos otra pelea ayer, no era un gran problema pero ambos nos enfurecimos con el otro, lo que nos llevó a tener sexo apasionado impulsado por nuestro temperamento. Fue brusco y firme, el tipo de sexo que me hizo perder la razón. Me tomó una y otra vez en todas las posiciones lujuriosas que prefería y que consideraba apropiadas como castigo. De pie, inclinada... de rodillas.