—¡Pero soy de sangre real! —exclamó Ye Jinming en voz alta.
Sabía que si él muriera, los planes de la mujer se verían frustrados, por lo que se sentía algo invencible.
Los dedos de la mujer con velo se rizaron, y la resentida niebla negra lo envolvió instantáneamente, apretándole la garganta.
Su mirada era aguda. —Recuerda, yo soy la maestra y tú el sirviente. No me hables en ese tono. Aunque deseo la muerte de Ye Siheng, no significa que seré controlada por ti.
Ye Jinming tenía dificultades para respirar, su rostro se volvía pálido.
Afortunadamente, la mujer solo pretendía darle una lección y no deseaba realmente terminar con su vida.
Jadeando por aire, Ye Jinming se derrumbó al suelo, tosiendo sin cesar. —Yo soy el maestro y tú el sirviente...
Rápidamente recordó haber escuchado palabras similares en el palacio, con un tono similar.
Levantó la cabeza, sus ojos se agrandaron. —Tú eres del Palacio Hui-yun...
La mujer lo miró, alzando una ceja.
