Al entrar Nanli en la residencia, divisó la figura de Ni Kun.
Al mismo tiempo, percibió un aura maligna emanando de él.
Ni Kun se giró, sus ojos turbios fijos en Nanli, intentando aparentemente discernir su identidad.
Con solo una mirada a su rostro, Nanli supo que ya estaba muerto.
Había llegado un paso demasiado tarde; parecía que su amo era lo suficientemente formidable como para discernir los rastros que ella había dejado atrás.
En un abrir y cerrar de ojos, Ni Kun se lanzó hacia Nanli, su velocidad dejando solo una sombra fantasmal a su paso.
Esquivando ágilmente su ataque, Nanli ya podía ver cómo sus uñas se alargaban, afiladas como cuchillas.
De ser atrapada, la sangre sin duda salpicaría el lugar.
Siendo un hombre muerto, no sería capaz de extraer ninguna información de ella y no tenía intención de contenerse.
Utilizando su fuerza, Nanli rompió la mano de Ni Kun, pero este cadáver viviente parecía impervious al dolor, reconectando casualmente sus huesos y tendones.