Estos pocos Guardias Yulin eran todos confidentes de confianza de la Consorte Yang.
A pesar de ser la esposa e hija del Marqués de Anyang y la prometida soltera del Noveno Príncipe, seguían obedeciendo órdenes sin vacilar.
Las brillantes espadas fueron desenvainadas.
Shen permaneció firme, poniéndose al frente, agarrando firmemente la mano de Nanli.
—Madre, el talismán... —La voz de Nanli era débil, solo podía ofrecer un recordatorio.
Su garganta estaba seca, como si estuviera envuelta en llamas.
Shen casi olvida que cada vez que entraban al palacio, su hija siempre le daba algunos talismanes para protección.
Justo cuando la espada, brillando con una luz fría, estaba a punto de golpear, Shen lanzó rápidamente un sello de talismán.
Una ráfaga de luz explotó, y las dos desaparecieron instantáneamente.
Los Guardias Yulin quedaron atónitos.
Sabían que la Señorita Chu era hábil en las artes Dao, pero no tenían idea de que existieran talismanes como este.