Con cada caricia embriagadora, él lentamente me hizo olvidar todo mi dolor y sufrimiento. A medida que el deseo y la necesidad por él inundaban mi cerebro y ahuyentaban otros pensamientos, me sentía tan viva y tan libre. Quería que me hiciera suya y que él fuera mío.
—Dime qué quieres que te haga, Rina... —Ace susurró seductoramente cerca de mi oído.
—Quiero tocarte... por favor... quítate la camisa... —suplicé con voz temblorosa.
A pesar de mi timidez, mis manos se extendieron valientemente hacia su pecho y comenzaron a desabotonar los botones de su camisa. Ace soltó una pequeña risa ante mi intento antes de que sus manos me ayudaran a despojarlo de su torso. Su corbata y su camisa rápidamente cayeron al suelo, y lo tenía en mis brazos de nuevo.