Su Xiaoxiao olfateó y rápidamente abrió la puerta. —¡Hermano!
Con solo esa palabra, su voz se parecía al lamento triste de un cuco. Su Hongchen se sorprendió por la inesperada presencia de su hermana menor en la habitación del hospital. Vio la intensa tristeza en sus ojos, y sus lágrimas fluían como cuentas rotas, una tras otra.
—¿Es necesario estar tan angustiada? Ya no estoy en peligro, y solo tomará un mes o dos para recuperarme completamente —Su Hongchen la tranquilizó rápidamente, incluso intentando levantarse. Su Xiaoxiao se apresuró a detenerlo.
—Hermano, no te muevas. Estás herido de esta manera; no te esfuerces demasiado. Solo acuéstate y descansa —dijo ella.
—Si no hubieras venido llorando a mares, no me habría preocupado —continuó él con una sonrisa.
Una vez que ella estaba sentada junto a su cama, él le acarició la cabeza suavemente y preguntó:
—¿Por qué viniste? La gente de aquí está agotada.
