Connor levantó la mano, mientras Annette daba un paso atrás.
—Soy la segunda hija de la Manada de Espina Negra, y tú eres el Alfa de la Manada de Luna Sangrienta. Con el odio irreconciliable entre las dos manadas, tú y yo estábamos destinados a separarnos —dijo Annette.
Connor frunció el ceño y preguntó:
—¿Qué es exactamente lo que quieres decir?
—Tú y yo pertenecemos a mundos diferentes. Me hiciste perder mis razones, y gradualmente creí que podríamos estar juntos. Pensé que era un regalo de la Diosa de la Luna, pero ahora, estoy completamente sobria. Connor, no tendré más sueños irrealistas. Lo siento. No permitiré que me uses de nuevo —explicó Annette.
Le dio la última mirada persistente a Connor, aquel que le había traído la sensación más cálida que jamás había experimentado. No podía olvidarlo, ni se permitiría seguir siendo indulgente con su supuesto amor.
—¿Yo te usé? ¿De qué estás hablando? —Connor no podía entender las palabras de Annette.