Alina le sonrió. Ella dijo —Créeme. Nunca te haré daño. Prométeme que serás feliz toda tu vida. Ve, Annette te está esperando. No la hagas esperar.
Mirando la sonrisa forzada de Alina, Connor dudó un momento y luego se dio la vuelta.
Al oír cerrarse la puerta, Alina se recostó lentamente, sus lágrimas corriendo por sus mejillas.
Era hora de hacer su jugada.
Ella pensó, «Connor, lo siento. No puedo soportar que otras mujeres se involucren en tu felicidad.
Si no puedo tenerla, nadie más puede.
La gente es egoísta, y yo también. Así que, no me culpes».
Cuando Connor salió, Annette rápidamente retiró su oído de la puerta.
Él le tocó la cara y preguntó —¿Qué estás haciendo?
—Nada. Estaba recogiendo algo del suelo —Ella agitó la bolsa en su mano deliberadamente.
Su mirada culpable divirtió a Connor. Él la bromeó —¿En serio?
—Claro. ¿Por qué te mentiría? ¿Cómo es que saliste tan rápido? —dijo ella.