El hombre que seguía detrás también entró en el hotel, pero fue detenido.
El guardia de seguridad miró al hombre y frunció el ceño ligeramente. —Lo siento, señor. No se le permite entrar a menos que esté invitado.
No era que el guardia de seguridad fuera descortés, pero el hombre frente a él era realmente una desgracia para el hotel.
El hombre llevaba una camiseta blanca, pero como no había sido lavada, había adquirido un color marrón oscuro. Desde lejos, el guardia de seguridad podía oler un hedor rancio.
La barba en el rostro del hombre era muy larga y sucia.
Sus uñas estaban llenas de tierra y no había un lugar limpio en su cuerpo.
Era obvio que era un vagabundo que había estado deambulando durante mucho tiempo.
Al ser detenido por el guardia de seguridad, el vagabundo no se convenció y dijo:
—¿Quién dice que no estoy invitado? ¡Estoy invitado!
El guardia de seguridad dijo:
—Si es así, muestre su nombre y número de identificación. Lo comprobaré por usted.
