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Cuando Yvette escuchó eso, su rostro se tornó pálido y sujetó su ropa con fuerza.
Aunque su bebé no era popular, no permitiría que nadie lo lastimara.
—Lance, ¿puedes ser amable? —Yvette quería decirle—. El niño es tuyo.
—Si no lo amas, por favor no lo lastimes. —Sin embargo, Yvette no se atrevió a decir eso.
Temía perder la custodia del bebé.
Los ojos de Lance se volvieron fríos. Sujetó la muñeca de Yvette con fuerza y dijo sin piedad:
—Hacer que desaparezca es mi bondad. —Jamás permitiría que esa mancha llegara al mundo.
Después de decir eso, Lance cargó bruscamente a Yvette escaleras abajo y la lanzó al auto.
El auto arrancó y Yvette se sintió tirada hacia atrás.
—Lance, ¿a dónde vas? —preguntó Yvette con voz temblorosa.
Sin embargo, solo escuchó el silbido del viento.
Pronto, el auto se detuvo en la entrada de un hospital privado. Lance sacó a Yvette del auto.
Yvette finalmente supo lo que Lance quería hacer. Su rostro se volvió pálido.