Frankie trasladó las cuatro grandes cajas a la oficina de Lance.
Al encontrarse con la sorprendida mirada de Lance, Frankie tartamudeó:
—Son las cosas que dejaste en la casa de la señora Thiel. Pidió a alguien que las mandara para acá.
—Está bien. Déjalas en la sala de estar —Lance miró los documentos en sus manos sin inmutarse.
Al finalizar la jornada laboral, la ciudad se iluminó y la noche se volvió espléndida.
Casi todos en la compañía se habían ido.
Lance fue a la sala de estar y abrió las cajas una por una.
Los artículos de uso diario, ropa, zapatos y otras cosas dentro de las cajas estaban todos muy bien ordenados.
Acarició los objetos organizados uno por uno como si todavía estuvieran tibios por sus manos.
Podía imaginarse cómo lucía cuando ordenaba esa ropa uno a uno.
Solía llegar a casa del trabajo con la ropa planchada para el día siguiente colgando en la habitación.