—¿Qué quieres decir? —dijo Amber atónita.
—Quizás malinterpreté. Quizás solo te gusta ser el juguete de un hombre. No mereces lástima —sonrió Yvette.
Amber no esperaba que Yvette sería tan arrogante cuando necesitaba algo.
Amber pensó: ¿no debería estar mostrando lo buena que es para atraer a un hombre?
—¿Y qué si soy un juguete? ¡El señor Wolseley me elegirá a mí, no a ti! —exclamó Amber furiosa.
Amber estaba tan furiosa que habló incoherentemente.
—¿Quién sabe con cuántos hombres has dormido en privado? ¿Por qué finges ser elevada? Eres solo una prostituta de alto nivel.
Amber pensó en cómo Yvette había arruinado su plan.
Amber estaba tan enfadada que levantó su copa de vino, queriendo arrojársela encima.
Justo cuando Amber levantó su muñeca, Yvette la sujetó.
—No te corresponde a ti juzgar si soy pura o no —dijo Yvette.
Amber no podía moverse. Miró cómo Yvette le doblaba la mano y derramaba el vino en su rostro.