Yvette volteó al hombre, agarró el cubo de la fregona, abrió la boca del hombre y vertió el agua en su boca.
—No... No lo hagas. No... —De repente, la puerta hizo un fuerte golpe.
—¡Yvette! —Stephen irrumpió y agarró el hombro de Yvette, revisándola de arriba abajo para ver si estaba bien.
Su voz también era ansiosa —¿Estás bien? ¿Te hiciste daño? —dijo.
Stephen había escuchado de Riya que Yvette estaba en peligro.
Inmediatamente le pidió a Riya y al niño que se encerraran en el coche y que no abrieran la puerta pase lo que pase.
Luego, se apresuró a llegar.
Yvette vio la cara preocupada de Stephen y dijo incómodamente —Stephen, estoy bien.
Solo entonces Stephen se dio cuenta de que Yvette sostenía un cubo sucio en su mano.
Se quedó ligeramente atónito y dijo —Está bien, siempre que estés bien.
El hombre en el suelo había tragado tanta agua que apenas podía respirar. Gemía miserablemente y dijo —Tú... me pisaste.