Maeve
El castillo estaba lleno de actividad. La cena se había servido en estilo bufé, y todos se congregaban en el salón comedor formal donde había tenido lugar el baile.
Pero yo me encontraba en la biblioteca, que estaba tranquila y vacía, excepto por mi papá.
Él estaba de pie frente a una de las ventanas, con una copita de whisky en su mano. Parecía reflexivo, pero con el ceño fruncido.
—Hola —dije, cerrando la puerta detrás de mí—. ¿Querías hablar conmigo?
Él se giró desde la ventana, asintiendo, y me hizo señas para que me sentara. Sentí una ola repentina de inquietud, preguntándome si estaría en problemas por algo.
—Solo quería... solo quería decir que lo siento, Maeve–
—¿Por qué? ¿Por qué podrías tener que disculparte? —Estaba atónita, pero podía decir que algo lo turbaba enormemente.
Se sentó en uno de los sofás frente a la chimenea y suspiró, llevando el whisky a sus labios antes de pensarlo mejor. Bajó su vaso mientras yo me sentaba en el sofá opuesto.