—¡Déjame entrar ahora mismo, maldito sea, o te cortaré los huevos y te los meteré por la garganta! —gritaba Georgia en la entrada de la tienda.
—Pero señorita Georgia —decía uno de los guardias—, el Rey Pícaro nos ha prohibido expresamente dejar entrar a alguien para ver a la Reina Blanca.
El sonido de alguien que se doblaba de dolor siguió, suponiendo que Georgia había golpeado al guardia en el estómago.
—¡Ve a decirle a Ethan! ¡Ahora! ¡De lo contrario, serás el siguiente! —amenazó al otro guardia.
—S-señorita Georgia... —balbuceó él.
—¡Solo joder ve a decirle y déjanos en puta paz! —regañó Georgia.
Los pasos se alejaban y, un momento después, la puerta de mi tienda se abrió y entraron Georgia y Vicky.
—¿Qué hacen aquí? —les pregunté, sorprendida, levantándome para abrazarlas. Ethan no me había permitido ver a nadie excepto a él desde que Rowan se había ido.