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THIN: ser humano te matara

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Synopsis

Chapter 1 - CAPITULO 1: BUENOS TIEMPOS PASADOSSERIE 1: EL CUENTO DE LA BRUJA Y EL RENACER MAGICOPARTE 1

CAPITULO 1: BUENOS TIEMPOS PASADOS

SERIE 1: EL CUENTO DE LA BRUJA Y EL RENACER MAGICO

PARTE 1

Un golpe resonó al otro lado de la enorme puerta de madera, seguido de una voz grave que anunció con autoridad:

—¡HAGAN PASAR A LA ACUSADA!

Con esa orden, las dos grandes puertas comenzaron a abrirse lentamente. Los guardias, que hasta el momento habían permanecido inmóviles a mi lado, reaccionaron de inmediato. Sostuvieron mis brazos con una fuerza tan brutal que un gemido ahogado de dolor escapó de mis labios:

—¡Auch!

Ignorando completamente mi queja y el evidente sufrimiento que causaban, comenzaron a arrastrarme al interior de la sala como si fuera un simple costal de papas. Mi cuerpo dolía, pero mi mente no podía dejar de observar a mi alrededor mientras me llevaban al centro de aquel lugar.

La sala donde se celebraría mi sentencia era imponente, con enormes columnas blancas que sostenían una cúpula decorada con pinturas que narraban las antiguas glorias del culto. A los lados de las columnas, una multitud se agolpaba en un perfecto círculo, descansando en sillas de madera.

Aunque la mayoría de los rostros me eran desconocidos, distinguí algunos que reconocí de mi pasado, personas con las que conviví mucho tiempo.

Mis ojos se dirigieron al extremo opuesto de la sala, donde tres podios se erguían imponentes, como en las conferencias de antaño. En el podio central, el más grande y majestuoso, se encontraba una figura que me dejó sin aliento: el Papa Alejandro I. Su rostro era inconfundible, aunque todo el mundo sabía que había muerto hacía mucho tiempo.

A cada lado del podio central estaban los cardenales, dos ancianos vestidos con sotanas blancas. Sobre sus hombros descansaban mozetas de un rojo escarlata, y en sus cabezas llevaban birretas del mismo tono. Una cruz, símbolo de su promesa a Dios, colgaba de sus cuellos.

¿Como era ese juramento?

Una memoria trajo a flote un momento vivido de mi pasado:

Era una tarde de primavera. El aire llevaba consigo el aroma de las rosas que florecían alrededor de una hermosa fuente cristalina. El agua reflejaba mi rostro joven y esperanzado mientras pronunciaba con optimismo una promesa que creí cambiaría mi vida:

—Yo, la duquesa Ovel Gril, juro por la cruz que se me ha conferido como símbolo de un pacto eterno con el culto y con mi único Dios. Juro solemnemente mantener la paz en el mundo y resguardar a la humanidad de cualquier demonio infame que intente llevarla a la oscuridad. Juro defender a mis semejantes y a todo aquel perdido en las penumbras. Juro no dejarme seducir por la maldad de este mundo. Con honor y fe, prometo defender la ley, la justicia y usar el poder que mi Dios me confirió para el cumplimiento de su voluntad.

Al finalizar el juramento, me sumergieron en aquella fuente, símbolo de mi purificación y renacer.

Al emerger, los presentes celebraron mi unión al culto. Mi emoción fue tan grande que no noté las miradas burlonas de los cardenales, sus rápidos intercambios de miradas y las sonrisas apenas visibles que delataban su verdadera naturaleza.

Mis manos temblaron al recordar esa escena, y mi corazón, que entonces latía emocionado, se sentía ahora oprimido por un peso invisible. En aquel tiempo, creí que esa promesa me brindaría seguridad, que el culto siempre estaría de mi lado.

¡Qué equivocada estaba!

El eco de las cadenas arrastrándose me devolvió al presente. Mis muñecas dolían bajo el peso de los grilletes.

Mi pecho oprimido, dejó escapar una lágrima cargada de todo mi dolor.

Pensé, por un breve instante, que, si no hubiera sido tan crédula, tan ciega ante las falsas promesas de justicia y honor... tal vez no estaría aquí. Aquellos cardenales, comprados con monedas manchadas de hipocresía, me habían arrebatado algo más valioso que mi libertad: mi fe en el mundo que tanto me esforcé por proteger.

Arrebatarme todo no fue suficiente para ellos que, desde sus podios, me observaban con miradas cargadas de arrogancia y desprecio. ¿Acaso no existe justicia en este mundo?

Mis puños se cerraron Con fuerza y Mis uñas atravesaron la piel mientras suplicaba al cielo un poco de esperanza. Pero no hubo respuesta.

Cada vez me arrastraban más al centro del lugar y el dolor en mis brazos se intensificaba, como si las cadenas no solo cortaran mi carne, sino también mi alma.

Podía sentir como si mis articulaciones se separaran una sensación que no solo era provocada por los guardias sino también por todo el peso que carga en mi mano derecha.

Podía sentir como mis fuerzas de desvanecían, mi magia impura se consumía y todo a causa de esas mismas cadenas, que en su tiempo me ayudaron a combatir demonios, ahora me apresan con sus grilletes y la gema central que suprime mi magia y me arrebata las fuerzas con cada minuto que pasa.

¡Yo no merezco sentir este dolor! ¡No merezco portar estos grilletes!

simplemente protegí todo lo que amaba: mi hija, una tierna niña radiante como el sol; a mi gente, a quienes resguarde en tiempo de frio; y sobre todo a mi familia una que siempre me apoyo con su calidez y seguridad.

Yo solo espero que estén bien.

Pero si alguien merece estar aquí, son ellos, todos ellos. El conde Samugo moya, toda su detestable familia y los infames que me dieron la espalda cuando más los necesitaba. Solo espero que si ese dios existe los haga pagar de una forma inimaginable.

Mientras mi cabeza se llena de miles de ideas de venganza… no, eso no era venganza si no bien justicia, una que se me fue negada por la avaricia y la codicia del hombre.

Mi mente cada vez más sumida en ideas de odio y rabia, recuerdos que solo me permitían distinguir a esos dos pecadores que gozaban de la confianza y el lujo de sentarse al lado del papa, un lujo que mi antiguo ser añoraba.

Una añoranza que me fue arrebatada y ahora solo puedo ver con arrepentimiento el haber confiado en esos ancianos que se hacen llamar cardenales, el haber creído que no me abandonarían en ese frio lugar

Mi mente transformada en un caos total del cual un único cuestionamiento destacaba. si esos ancianos traidores tienen la confianza absoluta del papa de su lado ¿qué clase de personas tan atroz, vulgar serian aquellos que se ganaron la desconfianza del aquel supuesto papa?

Cada segundo que pasaba se volvía una eternidad, que podía pasar observando a toda la gente que se encontraba llenando la estancia.

Desconocido y lo que más pesaba en mi corazón la traición de los que consideraba amigos, compañeros…maestros

Simplemente no puedo olvidar cada momento compartido, Mi primera misión todas las risas, los enojos de esas primeras experiencias. Que para ellos no fue más que una forma de acercarse a mi poder.

El traqueteo de las cadenas que resuena por toda la sala, o los mis quejidos de dolor incluso mis pensamientos mas perversos nada hace callar a la multitud, sus voces se unes a mi tortura sus miradas que se unifican en mí. Resaltando mi aspecto desalineado mis ropas rasgadas y mi cuerpo sucio que contrastaba con la tenue luz blanca que iluminaba toda la sala como si mi mera presencia fuera un contamínate para aquel supuesto lugar puro.

Ni aquella imagen tan humillante de mi ser pudo despertar un gramo de compasión de esos despreciables que simplemente me aprecian como un espectáculo en donde solo me juzgan.

Aquella escena que ni el frio del suelo abrazando mis rodillas puede apaciguar…eso me revuelve las entrañas.

Todos esos pensamientos me abrumaron desbordándome, intentando con la poca fuerza que me restaba liberar mi cuerpo y mi alma de tal trato injusto mientras escuchaba los murmullos de esos traidores:

- La duquesa hizo el pacto con el demonio.

- Mira lo que traen en su mano – con un tono burlón otra voz respondió: tiene una maldición

- Como se atrevió hacerlo y yo creía que era buena persona.

- dicen que rompió el sello maldito. Otra voz añade – no solo es sello maldito también el de la bruja

-es cierto lo que dicen libero un demonio en mundo.

-escuche que sus acciones causaron una brecha en las reglas divinas

-los cardenales hablaban de la llegada de un ángel

-que asquerosa, y se hace llamar noble

- es una hipócrita.

- ¡una sucia pecadora¡, no me sorprende si la sentencian a muerte.

— ¡QUE ASCO ME DA!

¿Por qué hablan así? ¿Qué hice para merecer esto? ¿No sé de qué me hablan? ¿Por qué?

¡NO ENTIENDO POR QUE ME MIRAN ASI! ¡AHORA RESULTA QUE YO SOY LA TRAIDORA! SI SOY LA ASQUEROSA… YO SOY LA BLASFEMA.

¡NO ENTIENDO QUE PASA!¡YO HIZE TODO!¡POR QUE NO ES SUFUCIENTE PARA USTEDES!

Cada segundo era una eternidad. Mi alma desahoga en lágrimas que con abundancia no cesaban y mi ira incremento.

¡USTES DONDE ESTABA CUNDO YO LO NESECITABA DONDE ESTABAN CUANDO ESE ASQUEROSO ME ARUINO LA VIDA AHÍ NO SE ENCONTRABA… EN ESE MOMENTONO ESTABAN DISPONIBLE AHÍ YO ESTABA SOLA!

¡No lo entiendo¡ Ni mis pensamientos son claros… solo quisiera que todos se callen.

No se callan las boses que me atormentan, no puedo silenciarlas. ¿Qué quieren de mí? ¿mi dinero? tómenlo, ¿quieren mi puesto? Arrebátenmelo ¡quiéteme todo ¡

Como siempre lo hacen.

Las voces siguen tomado más control de mi ser toman. Cada voz de odio y repudio se aglomeran en alma.

Hasta que por fin explote con toda la fuerza que me quedaba una risa desgarrada junto a mis gritos resonaron por todo el lugar:

¡¡¡JAJAJAJAJ!!!

—¡YO SOY LA PECADORA! ¡SI CLARO! ¡DEDIQUE TODA MI VIDA A ESTE MALDITO CULTO! ¡MI NIÑES MI ADOLECENCIA SE FUERON SIERVIENDOLES! ¡CREYENDO QUE ME REPALDARIAN SIMPRE! ¡Y CUANDO ME PIDIERON COMPROMETERME CON ESE IDIOTA POR EL BIEN DE SU ESTUPIDA ECONOMIA LO HIZE POR QUE ERA LO CORRECTO Y AHU ASI NO ENTIENDO POR QUE ME MIRAN DE ESA FORMA!

—YO LOS ODIO A TODOS A LOS AMIGOS FALSOS QUE DE MI SE RIEN, A ESOS MALDITOS SENTADOS EN SUS PODIOS QUE ME NEGARON MI JUSTICIA Y A ESTE MALDITO CULTO. Odio odio…Yo los odio a todos, pero me odio más mí por no proteger a las personas que me brindaron consuelo ante tanta injusticia.

Los gritos de ayuda de mi alma no alcanzaron la compasión de mis agresores que siguieron en murmurando con sus gestos sutiles de desprecio y sus miradas fulminantes que solo exaltan más mi condición deplorable.

No lo soporto, enserio no lo soporto. lagrimas que brotaron de mis cansados ojos recorriendo mi mejilla hasta mi garganta donde mi respiración se entrecortaba las palabras bloqueadas por un muro invisible del cual solo podían escapar pequeños jadeos cargados de todo lo que mi alma no pudo expresar en palabras.

Mi mente inundada de recuerdos borrosos de los cuales un único nombre sobresalía creo que es Marie…:

-yo debí… haberla protegido ¿P…porque no lo hice…? porque todo termino de esa forma.

Las lágrimas que caían al suelo blanco manchando aquel pulcro lugar.

Algo nació dentro de mí. Producto de todo lo que mi interior resguardaba. Salió en un grito desesperado

— ¡¡¡¡AAAAHHHHHH!!!!

Aquel grito cargado de todo mi odio y lágrimas no conmovió a la multitud expectante que entre risas y señalamiento los escuchaba gozar de mi sufrimiento.

Todo siguió acumulándose dentro de mi ni aquel grito logro deshacerse de todo lo que aquejaba a mi alma.

Odio, tristeza, arrepentimiento, culpa, impotencia y desprecio. No podía escapar de mi sentir.

Las lágrimas que recorrían mis mejías aumentaron los jadeos y el pesar de mi corazón se volvió tan fuerte que era incontrolable. ¿Qué me pasa?

¬¬Como un suspiro a mi alma Todo lo que sentía desapareció en un instante. Una calma que nunca había sentido me abrazo quitándome todo el peso que mi alama cargaba.

Ante mí lo que antes era un escenario de juicio se transformó en un hermoso cielo celeste. Mis manos y pies que permanecían postrados sintieron una cálida que curaba todo mal era un arroyuelo que cubría todo el suelo el agua cristalina que reflejaba la pureza del cielo.

En el centro de ese paraíso había un juego de muebles: una mesa cuadrada y varias sillas de madera con cojines blancos. Sobre la mesa descansaban tazas de cerámica con decoración floral, junto a una tetera a juego.

Una figura estaba sentada en una de las sillas. Su cuerpo estaba cubierto por unas enormes alas blancas. Su rostro, de piel pálida y cabello como la seda, se giró hacia mí. Yo, postrada y sin fuerzas, sentía que mi aspecto demacrado manchaba la pureza de ese lugar.

Una voz gentil y suabe se dirigió a mi:

-Estas a punto de perder el control. Por favor no temas cuando te enfrentes a tu castigo. En serio, lamento lo ocurrido.

Mi mente divagó, saliendo de aquel lugar y siendo arrastrada hacia las profundidades de lo que parecía ser un averno. Lo último que pude sentir fue el aura roja que emanaba de los anillos que llevaba en mi mano derecha.

En aquel momento de inconsciencia, pronuncié una última oración:

—Maldición: Anillos de la fidelidad, devoren carne, consuman mis huesos y beban de mi sangre, las cuales ofrezco como sacrificio para que roben la voluntad de mis enemigos y la pongan a mi disposición.