Theo de repente me empujó hacia el suave sillón gris que estaba detrás de mí.
El hombre Alaric miró por encima del hombro hacia el cuadro que me había absorbido tanto antes de que gruñera, haciendo que mi atención volviera hacia él. —Lo siento —dije. Inclinó la cabeza hacia un lado, sus ojos rojos y pequeños me perforaban mientras sus labios se retraían levemente revelando sus colmillos.
—Alaric —gruñó Theo cuando se dio cuenta de que el hombre me estaba asustando.
—Disculpas, señorita, me resulta difícil estar cerca de tu tipo cuando hueles tan delicioso como lo haces. Asentí, no me gustaba la forma en que me miraba el cuello.