Bajamos y había dos taxis amarillos alineados. Salté en uno con Merida y Floyd, mientras las otras tres chicas se metían en el otro. Me deslicé a través del asiento; el aire fresco de fuera me golpeó en cuanto salí por las puertas. Cruzamos la Ciudad hacia nuestro destino. Al salir, Floyd pagó al taxista y enganchó su brazo con el mío.
—Te quiero ver en mi campo de visión en todo momento, ¿entendido? —Asentí sin ganas de discutir con nadie. Solo quería divertirme y hacer cosas que la gente de mi edad hace. Al subir las escaleras fuimos recibidos por el portero y Floyd le hizo una seña, al reconocerlo nos dejó pasar directamente. Ignorando a la multitud que estaba alineada y abucheaba fuerte. Merida tiró de mi brazo, llevándome adelante y arrastrándome hacia la barra.