Por mucho que suplicara, esta vez no iba a perdonarles; quería la verdad. Pero aún así, ¿sería la verdad lo que me dirían o solo otra mentira, otra excusa? Todos estábamos sentados incómodamente en la mesa comiendo. Los ojos de Tobias y Theo nunca dejaban de mirarme, cuando Caroline anunció que se irían, mi corazón dio un vuelco. No quería quedarme sola con ellos. No quería estar cerca de ellos. Al ver mi pánico, Caroline se levantó y puso una mano en mi hombro.
—Volveré mañana —dijo.
—Tenemos trabajo mañana, tendrás que venir a la oficina —dijo Tobias sin quitar los ojos de mi cara.
—No voy a ir, puedes ir tú solo —le espeté sin siquiera mirarlo. Oí su gruñido bajo, pero una mirada de su madre lo hizo callar.