—Mira, lo siento, sé que lo que dije estuvo mal. Solo estaba enojado —mi voz sonaba agotada y cansada.
—¿Dónde estás? —la voz de Theo se escuchó a través del teléfono. No sonaba enojado, solo preocupado.
—Estoy... ahh, estoy en el parque.
—Puedes volver si quieres, él se ha calmado.
—No, creo que me quedaré aquí un poco más. Estoy buscando algo.
—¿Buscando qué? ¿Perdiste algo?
Me reí nerviosamente, sabiendo que estaba a punto de admitir que mi único amigo es un perro callejero. —Busco un perro, en realidad.
—¿Por qué? —preguntó Theo. Podía escuchar la sonrisa en su voz.
—Porque a veces se quedaba conmigo cuando vivía en mi coche y en el trastero. Simplemente lo extraño.