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—Ella dio un paso atrás, y otro, hasta que tropezó y cayó hacia atrás.
—Su mano se movía por el suelo buscando algo que pudiera ayudarle, simplemente desesperada por no estar tan indefensa, mientras murmuraba una palabra que ni siquiera pensó que le saldría de los labios.
—¿Alaris?
—Lo sé. Solo quédate quieta y quizás se vaya —sonaba como si se hubiera movido, como si estuviera frente a ella, de pie entre ella y el dragón.
—Le dio un extraño sentido de alivio saber que él todavía estaba aquí y actuaba como una especie de escudo para ella también. Pero el hecho de que él fuera quien la había puesto en esta situación en primer lugar no le hacía apreciar eso.
—Además, su presencia era prácticamente inútil. El dragón parecía no haberlo observado y esa intensa mirada bestial seguía dirigida hacia ella.
—Sin embargo, lo que más le irritaba en esa situación era la palabra que él había usado en su palabra de aseguramiento.
—¿Quizás?