—¿Sabes mi nombre? —preguntó él.
Ella se encogió de hombros y Eli frunció el ceño bajo su máscara.
Kestra debió haberle contado. Kestra parecía preocupada por ella antes. Deben estar cerca. Ella debió haber sido quien le dio esas llaves también.
¿Cómo había consentido eso, tal intrusión a la privacidad?
Se ocuparía de esto más tarde.
—Bueno, necesitaré que borres tu presencia de mi habitación y que nunca vuelvas a pisar aquí.
—¿Qué? No te gusta este tipo de emboscada —Belladonna fingió un gasp sorprendido, enterrando su dolor debajo—. Llorar ahora no le ayudaría. Tenía que continuar sin importar qué. Simplemente sentía este impulso intenso en sus venas para seguir intentando, como si él saliera por esa puerta, todo terminaría para ambos.
—Eso es extraño —hizo un clic con la lengua contra el paladar de su boca—. Me suplicaste que permitiera que esto sucediera.
Él parpadeó, sorprendido.
—¿Perdón? —preguntó él.
Belladonna asintió.