—¿Cómo está el vestido, mi Dama?
La sonrisa de Belladonna se amplió, recordando que la costurera aún estaba allí.
—Es perfecto, excepto por algunas cosas.
La modificación que la costurera tuvo que hacer era menor, pero aún así tuvo que llevarse el vestido y traerlo más tarde en la tarde, todo arreglado y listo para ser usado.
Una vez que la costurera se fue, Lady Kestra habló de nuevo.
—Parece que todo está en orden —dijo, chasqueando sus uñas una contra otra mientras miraba alrededor—. Bien. Nos veremos en la tarde.
Belladonna sonrió, demasiado feliz como para observar si algo estaba mal en la presencia de Lady Kestra.
—Ah, sí —chasqueó los dedos, el tipo de chasquido que siempre usaba para despedir a los sirvientes cuando había terminado con sus servicios, pero no había ninguno en la habitación—. Casi lo olvido.
—¿Casi lo olvidó?
—¡Vaya!
—Así que Lady Kestra era capaz de cosas como esas.
—Olvidar.