—Vetta se puso la ropa con cuidado y sin decir una palabra —Karandy no paraba de hablar de lo bueno que fue y de lo bien que se siente —. Ella no dijo nada.
Al salir de su casa, dio gracias a los dioses por sus grandes corpiños que cubrían cada parte de su cuerpo inferior con extravagancia —. Nadie notará que casi cojea y sus piernas tiemblan.
Ese bastardo Karandy casi la mata —. La había embestido con mucha fuerza, por un momento, pensó que el hombre planeaba matarla.
Al principio, en realidad lo había disfrutado, no es una extraña al sexo brusco.
Pero luego, le vino el recuerdo de quién es el que saca placer de su cuerpo, un hombre que está más bajo que la tierra, y se secó inmediatamente.
Fue entonces cuando comenzó a embestirla como si no fuera humana, y había dolido como el infierno.
—¡Animal! —siseó al tropezar con una piedra —. A duras penas evitando caerse, se levantó y lanzó una mirada de rencor hacia su puerta.