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A Sally no le gustaba en absoluto la sensación en su estómago. No era una buena sensación. No se sentía bien con ella.
Mientras se sentaba incómodamente en la habitación de la señora y esperaba a que ella regresara de donde quiera que fuera. La criada le había dicho que la señora estaría con ella en breve.
Resulta que en breve está siendo mucho tiempo. Sally suspiró y se obligó a seguir esperando.
Pero estaba inquieta. Muy, muy inquieta.
Se levantó de la silla y caminó hacia la ventana que daba a la calle principal en busca de la señora. La costa estaba despejada, no había rastro de ella.
Sus hombros se encogieron y esperó.
Dejó a su princesa sola en el mercado. La gente la odiaba, pero no la atacarían sin motivo, eso ella lo sabía.
—La Princesa ha estado enferma durante algunas semanas —su mente le susurró en recuerdo—. ¿Y si se desmaya en el mercado y no hay nadie que la ayude?
Sally tragó saliva e intentó desechar los temores infundados.
