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Danika caminaba de una esquina del mercado a la otra, comprando las cosas que necesitaba. Algunas personas la miraban con recelo al pasar, pero ella les hacía una leve reverencia y se alejaba con los hombros erguidos.
—¿Embarazada...?
No importaba cuánto intentara no pensar en ello, su mente traidora seguía regresando a esa terrible posibilidad. El terror se apoderó de su sistema.
—Cielos, no. No puede ser —se convencía a sí misma obstinadamente—. No hay manera...
Una niña se chocó contra ella.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! —dijo la niña mientras se separaba de ella.
Danika se evitó caer. Miró a la niña frente a ella. La niña no tendría más de ocho años, y estaba sucia y vestida con harapos. Una plebeya.
—Está bien. No pasa nada —dijo suavemente.
La niña asintió con la cabeza y se fue corriendo.
Danika continuó caminando. No había caminado mucho cuando empezó a escuchar alboroto detrás de ella.