—¿Puede una persona vivir y respirar dolor?
Esa era la pregunta que Lucien se hacía mientras yacía en la fría y dura jaula, su cuerpo doliendo intensamente. Sus costillas se sentían como si hubieran sido asadas en un abrasador fuego caliente.
Su dolor, siempre podía manejarlo en privado... en silencio. Pero ahora, Declan lo necesita. Declan lo necesita ahora.
Contuvo un gruñido al levantarse del suelo y caminar hacia las rejas de la jaula que unía su actual celda con la de Declan.
—Oye... —gruñó.
Declan abrió los ojos y se removió. Lucien puede ver que no estaba realmente dormido, solo se estaba forzando. A los veintiún años, Declan ha desarrollado un muy mal caso de insomnio.
Como todos los demás esclavos. Algunos peor que otros.
—Príncipe Lucien... —gimoteó, arrastrándose más cerca. Colocó su mano magullada en la mano extendida de su primo hermano.
—Lo siento mucho. Lo siento tanto, Deck. No pude protegerte. —El corazón de Lucien estaba tan pesado en su pecho.