Sally le hizo un gesto para que no se preocupara y se levantó de un salto. —No te preocupes por eso. Tengo un traje de salida de repuesto y también llevo algo de dinero conmigo. —Aplaudió emocionada.
—¿Dinero para qué? —preguntó Danika con curiosidad.
—Para llevar el atuendo al sastre del pueblo. Tenemos que diseñarlo con encaje y un poco de seda.
—Pero... ¡No puedes hacer eso, Sally! Solo las personas privilegiadas tienen encajes y sedas en sus ropas.
—No hay ninguna ley que lo prohíba, mi princesa. El único problema que tienen los esclavos es que no tienen dónde ganar dinero y son muy caros. Pero tú no tienes que preocuparte por eso, mi princesa. —Le hizo otro gesto, caminando hacia su armario para buscar su ropa de salida.
Danika la observó en silencio mientras atacaba su bolso con manos ágiles. No pudo evitar la sonrisa que tocó su rostro.
No puede imaginar ser capaz de sobrevivir aquí sin Sally. Nunca podrá pagarle a Sally por todo lo que le hizo, pero no se rinde.
