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Si la información penetró o no, no mostró reacción alguna. No dijo nada. No hizo nada.
Ella buscó qué más decir. Cualquier cosa para despertar su interés y sacarlo del abismo que es la oscuridad de su mente.
Recordando el amor del Rey Lucien por su gente, se aclaró la garganta de nuevo.
—Oh, y en el pueblo ayer, en la calle San Marcos hasta el pequeño pueblo de Yaleh, escuché que hay buenas noticias allí. ¡Los cultivos comenzaron a crecer después de cinco años de tierra infértil! —dijo emocionada.
Sus manos solo se apretaron más sobre los brazos del enorme sillón, el sudor acumulándose en su frente. No estaba funcionando en absoluto.
—Remeta está en el palacio, Su Alteza —le dijo, incapaz de retener la información por más tiempo.
No quería decírselo cuando está luchando contra sus demonios, pero se estaba desesperando. Las lágrimas se acumularon en sus ojos. No podía imaginar en qué parte del pasado estaba atrapado. Estaba atrapado en... justo como Remeta.