Ella acarició el bulto bajo su ropa interior. No estaba duro, pero el tamaño de él provocó una oleada de adrenalina nerviosa zigzagueando en ella. Mantuvo los ojos bajos, evitando su rostro.
La música rugía en el fondo. Aplausos en las mesas. Gritos de emoción mientras los esclavos bailaban sobre la mesa y el suelo.
Danika sintonizó todo eso, de repente en un mundo propio. Esto era importante para ella. Que él sienta algo... por ella. No por nadie más.
Quería su órgano en su boca, quería sentirlo endurecerse dentro de su boca, por ella. No por la atmósfera erótica. No por su amante. Ella.
Extendió la mano y lo sacó de la confinada ropa interior. Lo miró fijamente.
¡Oh cielos...!
Lágrimas quemaron la parte trasera de sus ojos al ver la cicatriz que delineaba su órgano. Iba desde la base hasta la punta. Los nervios chamuscados estaban allí para que ella los viera.
Su padre realmente había asado sus partes íntimas. La prueba de ese conocimiento le quemó el pecho.